El bollu de cuatro picos y el hada celosa, cuarta parte
La gloriosa conclusión de una saga épica
(Scroll down for the English version)
Salto hasta Nueva Guinea
Así dicen los Urapmin, pueblo de las montañas de Nueva Guinea:
Ciertas “mujeres marsupiales” son guardianas de las muchas especies de marsupiales que la gente caza y come. Encaprichándose de un cazador, una mujer marsupial puede tener sexo y casarse con él. A partir de ese momento ella se le presenta en sueños para avisarle del paradero de la caza. Pero se sabe que las mujeres marsupiales se vuelven celosas de la esposa humana de su marido, sobre todo si este es demasiado generoso en compartir marsupiales con los parientes de ella. Entones el cazador tiene accidentes en la selva o cae enfermo, o incluso muere si no deja a su esposa humana
(Robbins 2004: 210)
Estas “mujeres marsupiales” son solo un ejemplo entre los innumerables espíritus de la naturaleza que aparecen en culturas de Oceanía, el Ártico y América, pero este fragmento en particular me llama poderosamente la atención. Los urapmin, una tribu de cazadores-recolectores sin una élite alfabetizada, gentes que jamás oyeron hablar de Medea ni de Jasón, creían en unos espíritus femeninos tan poderosos, tan seductores y tan vengativos como las hadas de Europa. La mayor diferencia es que ahora el castigo recae sobre su amante, y no sobre la rival humana:
1) La mujer marsupial es un espíritu de la selva, Melusina y las encantadas habitan en cuevas o manantiales.
2) La mujer marsupial se ofrece al hombre mortal, Melusina y las encantadas asturianas esperan que un hombre las libere de su encantamiento.
3) La mujer marsupial se une sexualmente al hombre mortal, Melusina lo seduce con su extraordinaria belleza
4) La mujer marsupial le consigue abundantes presas a su amante, Medea le otorga el vellocino de oro, las encantadas asturianas le regalan un tesoro.
5) Todas son igualmente celosas cuando aparece una rival. La de Nueva Guinea castiga al hombre, las europeas a la mujer.
No: las hadas europeas no son alegorías ni fábulas. Son espíritus anclados al paisaje, diosas menores semejantes a las de los Urapmin, y la gente creía en su poder. Hasta hace relativamente poco tiempo, según pudieron anotar los primeros folkloristas europeos, trataban de ganar su favor y sus bendiciones mediante conjuros y rituales.
Es cierto que la literatura escrita ha influido en ellas. Sabemos, por ejemplo, que si la xana asturiana y la giana de Cerdeña han heredado el nombre de la diosa romana Diana, probablemente se deba a que Diana es la única diosa pagana que aparece en el Nuevo Testamento, la “Gran Diana” de Éfeso a la que se enfrentó San Pablo, y que en la Edad Media se convirtió en la diosa de las brujas, representación del paganismo por antonomasia.
Igualmente cierto, sin embargo, es que a menudo los mitógrafos griegos no inventaron nada ni hicieron otra cosa que registrar una tradición muy anterior y, a la vez, muy posterior a ellos. Hace mucho que los folkloristas advirtieron cómo las aventuras de Jasón, luchando por el vellocino de oro, están trufadas de motivos sacados de los cuentos maravillosos. Algunos de estos cuentos han llegado hasta nosotros, como “Blancaflor y los Tres Pelos del Diablo”, en sus numerosísimas variantes. Podemos estar seguros de que ni Higinio ni Apolodoro inventaron estos viejísimos motivos. Hasta finales del Renacimiento, los autores europeos siguieron incorporando chistes, leyendas y cuentos populares a la ficción literaria: la originalidad del novelista es un concepto muy reciente.
Al ampliar la perspectiva, cambia todo. “El Bollu de Cuatro Picos” y su hada vengativa no trata de las relaciones hombre-mujer, sino de un conflicto entre los mortales y los dioses. ¿Dónde queda la condena de la mujer llambiona? Ni la Melusina alemana ni la princesa corintia tienen culpa alguna en su desgracia. De entre las analizadas, solo la leyenda asturiana incorporaba una cierta transgresión femenina, el comer del bollo prohibido. Solo ella retrataba a la mujer como una Eva moderna, una Pandora. En los demás ejemplos la culpa, como en el mito de “La Mujer Serpiente”, vuelve al lado masculino. Son el príncipe alemán, el aventurero griego y el cazador urapmin quienes traicionan a sus amantes sobrenaturales, provocando una terrible venganza.
Mi teoría definitiva, por lo tanto, no toca el psicoanálisis ni la sociología. Creo que estamos ante un mito religioso y que el hada es justamente lo que parece: un espíritu de la naturaleza, una diosa-tierra, como revela su conexión con las cuevas, con los tesoros y, por tanto, con el subsuelo. La unión entre hombre y diosa, en Europa occidental, se expresa como el mito del rey sagrado, un mortal que conecta al pueblo con su protectora divina. En época medieval, las casas nobles se apropiaron de estas diosas para cubrir sus privilegios con un halo sobrenatural. Cerraré este ensayo con un ejemplo irlandés, anotado en el siglo XVI. He aquí el origen del clan Suibhne (Sweeney):
El hijo de Donnsléibhe era Suibhne, de quien el clan Suibhne toma su nombre. Suibhne era el más noble y más distinguido de los doce hijos de Donnsléibhe. Fue él quien construyó Castle Sween en Escocia. Un hijo de ese Suibhne fue Maolmhuire an Sparáin, 'Maolmhuire el de la Bolsa', y ese Maolmhuire es el antepasado de los tres clanes Suibhne.
Tenía una amante feérica, es decir, un hada era su esposa, y fue ella la que le regaló la famosa bolsa que se ha mencionado. Esta bolsa tenía la siguiente propiedad: cada vez que se abría aparecían un penique y un chelín en su interior. Y durante mucho tiempo Maolmhuire vivió así.
Pero al final los suyos quisieron darle otra esposa, y la que eligieron fue Beanmidhe, hija de Toirrdhealbhach Mór O Conchubhair. Y una gran flota partió a Irlanda, y los que la traían no descansaron hasta que llegaron a Sligo. Pasaron dos noches en la villa, y se llevaron con ellos a la dama.
Una noche, después de aquello, Maolmhuire estaba en Castle Sween, y el hada ya mencionada había prometido llevarle su hijo, y le había dicho que se mantuviese despierto para recibirla; pero cuando vino, no había nadie despierto en la casa excepto la hija de O Conchubhair. Y ella se sentó junto al fuego, y le preguntó si Mac Suibhne estaba despierto. La hija de O Conchubhair dijo que no, y le ofreció ropas para cubrir al niño. Y ella no las aceptó, sino que dijo que el sueño traería destrucción a Mac Suibhne, y a sus hijos después de él, y partió furiosa entonces, y nunca se la ha vuelto a ver. Nadie ha visto tampoco a su hijo jamás, es decir, Fearfeadha, salvo cuando venía a prestar ayuda al clan Suibhne en la batalla o en necesidad.
(Walsh 1920: 5, 7)
Poco tiene que ver esta historia, en apariencia, con el hada triple de Les Regueres. Ni bollos, ni caballos ni cuevas aparecen en esta historia, y sin embargo tiene una relación muy clara con la misma tradición que desembocó en los panes de cuatro picos asturianos y en la Melusina alemana:
El hada ofrece riquezas al mortal (el tesoro de la xana, la bolsa mágica)
El hada impone una condición a largo plazo (mantenerse despierto para recibirla cierta noche, guardar un pan durante un año) que el mortal incumple
Hay una oposición, a espaldas del hombre, entre la esposa mortal y la inmortal
Es el hombre, sin embargo, el que comete un error que traerá consecuencias funestas.
La creencia en esta diosa y su matrimonio con el noble es el núcleo del mito. Todo lo demás, los tópicos sobre “desencantamientos” o “regalos funestos”, son solo la decoración de la tarta.
De Asturias a Suabia, de Grecia a Nueva Guinea y de ahí a Irlanda, he recorrido cinco países y dos milenios. He comparado leyendas dispares de países y culturas totalmente ajenas entre sí para proponer, finalmente, una teoría sobre pervivencias paganas en la tradición oral de Asturias. Si algún antropólogo está leyendo esto, me figuro que estará poniendo los ojos en blanco y comparándome con Graham Hancock, o con Iker Jiménez.
Ha sido divertido.
BIBLIOGRAFÍA
Joel Robbins. 2004. Becoming sinners: Christianity and moral torment in Papua New Guines. Berkeley: University of California Press.
Paul Walsh, Leabhar Chlainne Suibhne (Dublin, 1920)
The four-pointed loaf and the jealous fairy, part four
Leap to New Guinea
Thus say the Urapmin, a nation from the New Guinean highlands:
Certain “marsupial women” are guardians of the many marsupial kinds that people hunt and eat. Taking a fancy to a hunter, a marsupial woman may have sex with and marry him. Thereafter she comes to him in dreams to inform him about the whereabouts of game. But marsupial women have been known to become jealous of their husband’s human wife, especially if the latter is too generous in sharing marsupials with her own relatives. Then the hunter has accidents in the bush or falls sick, or even dies if he does not leave his human spouse
(Robbins 2004: 210)
These "marsupial women" are but one example among countless nature spirits that are found in local cultures all over Oceania, the Arctic and the Americas, but this particular fragment seems especially striking to me. The Urapmin, a tribe of hunter-gatherers without a literate elite, people who never heard of Medea or Jason, apparently believed in female spirits as powerful, as seductive and as vengeful as European fairies. The major difference is that now the punishment falls on her lover, and not on the human rival:
The marsupial woman is a spirit of the jungle, Melusine and the enchanted ladies dwell caves or springs.
The marsupial woman makes herself available to the mortal man, Melusine and the Asturian enchanted ladies await for a man to deliver them from their enchantment.
The marsupial woman has sex with the mortal man, Melusine seduces him with her extraordinary beauty.
The marsupial woman provides her lover with abundant prey, Medea gets him the Golden Fleece, the Asturian enchanted ladies offer him a treasure.
They all become equally jealous when a rival shows up. The New Guinean one punishes the man whereas the European ones hurt the wife.
No: European fairies are neither allegories nor fables. They are spirits anchored in the landscape, minor goddesses similar to the Urapmin, and people did believe in their power. As early European folklorists were able to record, people still tried, until relatively recent times, to gain their favor and blessings through incantations and rituals.
It is true that written literature has influenced them. We know, for example, that if the Asturian xana and the Sardinian giana have inherited the name of the Roman goddess Diana, it is probably because Diana is the only pagan goddess which is mentioned in the New Testament, namely the Ephesian "Great Diana" whom St. Paul fought. In the Middle Ages she became the goddess of witches, the representation of paganism par excellence.
It’s just as true, however, that often Greek mythographers didn’t start any tradition, nor did other than recording a set of much older motifs which in turn would survive until recent times. Folklorists noticed long ago how Jason’s adventures, his fight for the Golden Fleece, are riddled with motifs out of fairytales. Some of these tales have reached down to us, such as “Blancaflor y los Tres Pelos del Diablo”, in its numberless variants. We can be certain that neither Hyginus nor Apollodorus created these extremely old motifs. Until the end of the Renaissance, European writers kept including jokes, legends and folktales into literary fiction: novelist’s originality is a very recent concept.
By taking a wider perspective, we have changed everything. “The Four Pointed Bread” and its vengeful fairy is not about man-woman relations, instead about a conflict between mortals and gods. Where has the condemnation of the sweet-toothed woman gone? Neither the German Melusine nor the Corinthian princess are to blame for their suffering. Among the stories analyzed here, only the Asturian legend contained a certain female transgression, namely the wife eating the forbidden bun. Only this one featured the woman as a modern Eve, as a Pandora. In the remaining examples the blame, such as was the case in “The Snake Woman”, falls back into the male side. It’s the German prince, the Greek adventurer and the Urapmin hunter the ones who betray their supernatural lovers, thus unleashing their terrible revenge.
My final theory, therefore, does not touch on neither psychoanalysis nor sociology. I believe that we are dealing with a religious myth and that the fairy is precisely what she appears to be: a nature spirit, an earth-goddess, as revealed by her connection with caves, with treasures, and thus with the underground. The union between man and goddess, in Western Europe, is expressed as the myth of the sacred king, a mortal who connects the people with their divine protector. In medieval times, noble houses appropriated these goddesses to cover their privileges with a supernatural halo. I will close this essay with an Irish example, noted in the 16th century. Here is the origin of the Suibhne (Sweeney) clan:
Donnseleighe's son was Suibhne, from whom Clann Suibhne derive their name. Suibhne was the most distinguished of the twelve sons of Donnseleibhe. It was he who
built Castle Sween in Scotland. A son of that Suibhne was Maolmhuire an Sparáin 'Maolmhuire of the Purse,' and that Maolmhuire is the ancestor of the three Clanna Suibhne.
He had a fairy lover, that is, a fairy woman was his wife, and it was she who bestowed on him the famous purse above mentioned. Of that purse this was a property; every time it would be opened a small penny and a shilling would be found within it. And for a long time Maolmhuire lived thus; but at length his kinsfolk wished to give him another wife, and the one they chose was Beanmidhe, daughter of Toirrdhealbach Mor O Conchubhair. And a great fleet set out for Ireland, and they who brought it rested not until they reached Sligo. They spent two nights in the town, and they carried away the lady with them.
One night, after that, Maolmhuire was in Castle Sween, and the fairy woman aforementioned had promised to bring him her child and had told him to remain awake to receive her; but when she came, there was no one awake in the house except the daughter of O Conchubhair. And she seated herself by the fire, and asked if MacSubihne was awake. O Conchubhair’s daughter said he was not, and she offered clothes to her to put about the child. And she would not accept them, but said that that sleep would bring destruction. on Mac Suibhne, and on his children after him. And she departed in anger then, and has never since been seen. Neither has anyone ever seen her son, that is, Fearfeadha, except whenever he came to render help to Clann Suibhne in battle or necessity.
(Walsh 1920: 5, 7)
Little has this story to do, at first sight, with the triple fairy in Les Regueres. Neither loaves, horses nor caves are featured in this legend, and yet a very obvious connection can be established with the same tradition which evolved into the Asturian four-pointed buns and the German Melusine:
The fairy offers riches to the mortal (the xana’s treasure, the magic purse)
The fairy imposes a long-term condition (to remain awake to receive her a certain night, to keep a bread for a year) whith the mortal doesn’t comply with.
There is a conflict, behind the man’s back, between the mortal and the inmortal wife.
It is the man, however, the one who makes a mistake of fateful consequences.
The belief in this goddess, and her marriage to the nobleman, is the core of the myth. Everything else, the clichés about "disenchantments" or "deadly gifts", are just the decoration of the cake.
From Asturias to Swabia, from Greece to New Guinea and from there to Ireland, I have traveled five countries and two millennia. I have compared disparate legends from countries and cultures totally alien to each other, and I have eventually formulated a theory about pagan survivals within Asturian oral tradition. If any anthropologist is reading this, I imagine right now they are rolling their eyes and comparing me to Graham Hancock, or Iker Jiménez.
It has been fun, though.
REFERENCES:
Joel Robbins. 2004. Becoming sinners: Christianity and moral torment in Papua New Guinea. Berkeley: University of California Press.
Paul Walsh, Leabhar Chlainne Suibhne (Dublin, 1920)